Ibermúsica celebró el esperado regreso de Sir Antonio Pappano a sus series con una doble cita muy especial el domingo 13 de noviembre, presentando en el ciclo a la Orchestra Nazionale di Santa Cecilia de Roma con la Sinfonía “Inacabada” D.759 de Schubert y la Sinfonía núm. 9 Re menor WAB109 de Bruckner, y el lunes 14 de noviembre con un segundo concierto junto a Lisa Batiashvili, a quien acompañaron en el Concierto para violín en Re Mayor, op. 61 de Beethoven. La agrupación cerró su paso por Madrid, visita única en España, con la Sinfonía núm. 2 en Do Mayor op. 61 de Schumann.

Recogemos en esta entrada algunas de las críticas recibidas en estas dos citas.

<< Había dejado Batiashvili un recuerdo extraordinario hace cuatro años, cuando ofreció, con la Joven Orquesta Mahler y Jurowski, una lectura de enorme intensidad del Segundo concierto de Prokofiev. Digamos de inmediato que lo que ayer se escuchó en el auditorio superó aquella magnífica impresión para alcanzar los niveles de lo que es difícil de olvidar (…) impartió una lección magistral. El sonido pareció incluso crecido en presencia respecto a otras ocasiones, pero volvió a resultar bellísimo, redondo, ancho en la dinámica, con un vibrato siempre justo, nunca distorsionador y siempre manejado y juzgado con extrema inteligencia y sensibilidad. La afinación, siempre segurísima, alcanzó una perfección extraordinaria, y el discurso estuvo impregnado de esa flexibilidad de inflexiones y matiz>>Scherzo

<<Cuerda bien empastada y cálida, maderas impecables y metales nada estridentes. Pappano es un gran director de ópera, un maestro equiparable a los antiguos Molinari, De Fabritiis o Santi, que ha ido haciendo carrera poco a poco con un gran paso en el Covent Garden, donde fue titular desde 2002 (…) En su segundo concierto destacó el virtuosismo de Lisa Batiashvili con su Guarneri “del Gesu” de 1739 en una lectura relamida, tendente al preciosismo en la que abundaron los pianos casi milagrosos (…) (Pappano) Tomó luego la batuta para construir una “Novena” vibrante, también algo pasada por el Mediterráneo, lo que funcionó especialmente bien en el adagio conclusivo y permitió otorgar una ligereza a la música de Bruckner que muchos directores no logran. ¡Qué maravillosos finales nos ha regalado Ibermúsica estos días!>>La Razón

<<En un mundo en el que el placer es instantáneo y al alcance de un click, la negación del mismo, la imposibilidad de que la tensión se resuelva mediante una dominante que caiga a la quinta, resulta frustrante e irresistible a la vez. Sobre esta catarsis se le propone a Antonio Pappano ofrecer un espectáculo, y el maestro recoge el guante sin despeinarse y trata el material “reducido” de estas sinfonías con un respeto y cariño sin igual. El pianissimo inicial fue exquisito, como una bruma matinal de la que emerge con tensión la melodía del clarinete acompañada de un impecable crescendo. Pappano pone aún más en la repetición del tema aún más tensión y esta asciende con el volumen de la orquesta para de repente, hacer que la bruma se esfume y emerja, pequeño y humilde, como los rayos de un sol invernal, la melodía de los violonchelos. En general, Pappano equilibra con gran éxito los reguladores y los matices en este primer movimiento haciendo gala de una dirección natural y orgánica>>Bachtrack

<<El concierto para violín de Beethoven fue apropiada piedra de toque para apreciar las inmensas calidades de la virtuosa georgiana. Estamos ante una artista que lo tiene todo, sonido de calidad, cantabilità, fraseo y brillante virtuosismo. Todo ello escanciado con ese «sabor de lo caro» que irradian los grandes. A continuación de la larga introducción orquestal, que parece el comienzo de toda una sinfonía, el Guarnieri de la Batiashvili colocó el sonido, bellísimo, calibrado, amplio de registro y sonoridad, en el centro de la sala. El fraseo cincelado, aderezado con primorosos glissandi, refinados detalles, legato delicadísimo y expresión concentrada, condujo a una cadenza en el que se combinó un deslumbrante virtuosismo plasmado en un absoluto dominio del arco y la más depurada técnica violinista, pero sin un átomo de exceso o vano exhibicionismo, siempre desde la suprema elegancia y áurea factura musical (…) desgranó con toda la vivacidad y chispa vertiginosa el rondò y todo ello con un arrojo que nunca traiciona su proverbial empaque, logrando, por un lado, exponer todo el centelleante júbilo del pasaje y por otro, asegurar la unidad y concepto global de la obra>>Codalario

<<Una puesta en escena de una orquesta de cuidado, elegante y refinado sonido, sin introducirse en ostentosidades, así como tratando de evitar incurrir en una posición demasiado protagonista dentro de un preciso acompañamiento, formando parte de una interpretación mesurada, buscando la esencia del más carismático Beethoven y exponiendo constantemente un temperamento triunfal y majestuoso en los episodios de mayor preeminencia de la agrupación. La fascinante dirección de Antonio Pappano, quien prescindió de la batuta para el desarrollo de esta monumental obra, se mostró enérgica y conectada en todo momento con la afectividad intrínseca a la misma (…) la presentación de Lisa Batiashvili estuvo comprendida por un sonido maravilloso que progresivamente fue incrementando la calidad de sus parámetros, especialmente el exquisito gusto tanto en la elección como en la combinación en los colores de las cuerdas de su deslumbrante violín. La afinación, luminosa y fusionada con la orquesta, otorgó permanentemente una excelsa proyección, en simultaneidad con su articulación nítida y claramente definida, destacando la formidable ejecución técnica>>Ritmo

<<(Pappano) salió al escenario con la apariencia de un antiguo maestro de capilla que opta por dirigir sin batuta a Schubert. Surgió del silencio, casi susurrada, la primera frase a cargo de violonchelos y contrabajos, con una levedad casi camerística. Destacó la limpieza y transparencia de todo el discurso, la sencillez y claridad de trazo, muy cantabile en la sección de cuerdas en el amable segundo tema en modo mayor (…) es un excelente preparador de climas, y aquí, ya blandiendo su batuta ante sus efectivos reforzados para la celebración de la liturgia bruckneriana, consiguió adentrarnos conteniendo el aliento en la inquietud inaugural de ese Solemne. Misterioso, el más dilatado de todos los frescos sinfónicos del compositor austriaco, un vasto torso que el angloitaliano a través de una vigorosa dirección revistió de majestuosidad obteniendo un sensacional rendimiento de las sonoras ocho trompas, tanto al unísono como por grupos. La claridad discursiva del complejo movimiento a través de sus distintos y contrastantes episodios, entre ostinati, progresiones armónicas, clímax y contraclímax, fue modélica, y la respuesta de todos los atriles, todo un espectáculo envolvente y virtuoso hasta desembocar en una trepidante coda hábilmente conducida>>Mundoclásico

<<Podría decirse que, entre las cualidades que destacan de este director británico destaca muy especialmente su facilidad para dibujar con extremo acierto líneas de canto naturales, elegantes y expresivas (…) El compás se plantea con consistencia, sin rigidez, con fluida flexibilidad y muy ágil manejo de las inflexiones de tempo y dinámica, siempre con la preocupación de que sea el fraseo, el canto, el que domine (…) se mostró como un inteligente y sólido constructor del edificio sinfónico bruckneriano. (…) Viendo a Pappano uno tiende a decirse que toda belleza es posible desde la base de un buen canto. De hecho, quizá sea más fácil lograrla>> Scherzo

© Rafa Martín/Ibermúsica