El pasado 26 de octubre daba comienzo una de nuestras temporadas más especiales. Con la vuelta de los aforos al 100% y un prometedor ciclo 21/22 con la firma de, entre otros, la Filarmónica della Scala, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena, Daniel Barenboim, Riccardo Chailly, Sir Antonio Pappano, Julia Fischer, Leonidas Kavakos, Yo-Yo Ma o Evgeny Kissin, el Auditorio Nacional abrió sus puertas de nuevo a nuestros abonados para disfrutar de una velada inaugural de la mano de NDR Elbphilharmonie Orchester Hamburgo, su director titular Alan Gilbert y el solista Joshua Bell ofreciendo la Fantasía escocesa para violín en Mi bemol Mayor, op.46 de Bruch y la Sinfonía núm. 4 de Bruckner  (consulta el programa de mano en este enlace).

Créditos: Rafa Martín/Ibermúsica

 Estas son algunas de las impresiones del concierto recogidas por la prensa especializada.

 << Ibermúsica abrió su nueva y muy esperada temporada en Madrid con tres agentes musicales excepcionales: Joshua Bell, Alan Gilbert y la NDR Elbphilharmonie Orchester Hamburgo (…) El sonido redondo que Joshua Bell obtiene de las cuerdas de su instrumento intensificaron el melodismo omnipresente en el Andante sostenuto, lírico en su concepción y elegante en su ejecución. Con el Finale: Allegro guerriero se cerró brillantemente la ‘Fantasía escocesa’, cuyos endiablados pasajes virtuosos fueron afrontados por el solista con total seguridad, agilidad y sincronía con la formación orquestal (…) El canto natural y sin artificios mostrados por Bell fueron nuevamente exhibidos en la propina, el arreglo para violín y orquesta del ‘O mio babbino caro’ de Puccini, aplaudido con verdadero fervor por el público presente y con el que se cerró la primera parte de la velada. (…) En suma, un radiante comienzo de temporada al que el público respondió con gran efusión, y que hace esperar una paulatina recuperación de la actividad musical en la capital.>> J.M. Ruiz, Ritmo

 

<< La empresa no era sencilla, porque de todas las sinfonías del maestro de Ansfelden, la Cuarta es probablemente la más transitada, y de hecho la nómina de intérpretes que la han presentado en el ciclo de Ibermúsica es todo un lujo: Sawallisch, Barenboim, Nagano, Thielemann, Gatti, Mehta y Blomstedt (…) su lectura de esta Cuarta tuvo una irreprochable e inteligente construcción y muy notable resultado (…) lo que fascina de Bruckner es su grandiosa arquitectura, el desarrollo de la misma y su sonoridad. Esa cuidada y contrastante combinación de una grandeza por muchos momentos catedralicia con otros de una íntima y emotiva sencillez. Gilbert, maestro de gesto efusivo y generalmente claro, evidenció entender con acierto esa gran arquitectura, con atinado manejo de transiciones, sabia elaboración de clímax y apropiados remansos (…) y obtención de esa sonoridad brillante sin espesar la textura ni perder la claridad de planos.>> R. Ortega, Scherzo

 

<< Para la primera pieza, la Fantasía escocesa para violín contamos con la entrega vivaz de Joshua Bell, uno de los violinistas más destacados de su generación. El lamento inicial mostró la calidad expresiva del instrumento, tras lo cual se lanzó a un recital de agilidades, persiguiendo el brillo y la precisión, a costa de una mayor proyección. El virtuosismo se le supone a un solista de su categoría, pero no necesariamente esa capacidad narrativa de la que hizo gala: en combinación con la orquesta dibujó sonoramente los cuadros medievales que tantas veces acompañan las notas al programa de esta obra. Se agradece, además, que huyera de la tentación de abrazar demasiados modismos folclóricos en forma de glisandos y portamentos, decantándose por un rigor técnico, pero muy sentido. >> J.J Freijo, Platea Magazine

 

<< El estadounidense Joshua Bell (…) demostró mantenerse en la cumbre con un sonido no especialmente amplio, pero sí penetrante, de gran presencia y, sobretodo, bellísimo, aquilatado, pleno de brillo, equilibrado en toda la gama y de enorme ductilidad. Bell hizo plena justicia a los pensamientos de Bruch, que proclamaba que el violín era el instrumento ideal para cantar las melodías, pues su Stradivarius Huberman «cantó» espléndidamente con un fraseo cuidadísimo y de gran gama dinámica, ya desde el primer movimiento y en un primoroso tercero (…) El sonido obtenido por Gilbert de la magnífica orquesta fue espléndido. No sabe uno que admirar más si la cuerda compacta, empastada y tersa, las maderas brillantes y de sonido pulidísimo, la percusión precisa y segura o esos metales de brillo resplandeciente, de una pasmosa infalibilidad >> R. Chamorro, Codalario

 

<< Pudimos disfrutar de una verdadera clase de unión entre orquesta, director y solista; ya que la interacción y la comunicación entre los músicos se palpaba en cada nota (…) El director supo sacar todo el lirismo y dramatismo de las armonías de Bruckner, llevando a la audiencia a un viaje musical intenso, que resultó casi catártico. La cuerda se enfrentaba a un desafío duro, pues la extensión de la obra exige mucho esfuerzo a cualquier intérprete de cuerda frotada. Sin embargo, no solo estuvo a la altura de las circunstancias sinfónicas, sino que llenó de elocuencia y alma una obra compleja pero tan instintiva en algunos pasajes >>  E. Jiménez, Clásica RI

Créditos: Rafa Martín/Ibermúsica